Escena de lectura. Borrador
Borrador
Escena de lectura
De jerarquizaciones y recuerdos
A lo largo de todo este año me señalaron lo importante que es recuperar las jerarquizaciones. En esta actualidad se produce constantemente un mosaico de ideas que las hacen parecer a todas igual de importantes, y es por eso que debemos jerarquizar. Debemos establecer un orden, una pirámide de ideas. ¡Pero qué arbitrarias son estas demandas entonces! ¿Bajo qué perspectiva se debe jerarquizar? ¿Y qué criterio quiero o debo utilizar para jerarquizar? ¿Qué es aquello que considero más importante? Se presenta como un desafío entonces destacar algunos aspectos significativos en mi vida. ¿Cómo desafiar a esa desjerarquización actual en primera persona? ¿Cómo destacar lo más influyente en diecinueve años vividos, que aunque una corta experiencia, es la mía toda?
Luego de meditarlo largo rato, porque no soy una persona que tome decisiones fácilmente -¿o será que les doy demasiada importancia a cada una de ellas?-, creo haber encontrado una solución. El álbum “Pafuera telarañas” de Bebe se adecúa perfectamente a lo que estaba buscando. Desde niña escucho este disco ya que mi mamá lo repetía una y otra vez en los parlantes de casa. No tengo un recuerdo vívido de nosotras escuchándolo pero lo sé perfectamente. A mis tres años de edad mi papás se divorciaron y creo que estas melodías le fueron de gran ayuda a mi vieja para poder seguir adelante. ¿O simplemente le gustaba la música? No, es imposible que dado el contexto no le haya dado un especial sentido a su contenido.
El disco musical tiene una gran carga emocional, por un lado melancólica y angustiante, pero al mismo tiempo algo feminista, alegre y motivadora. Cada tema del álbum logra generar una multiplicidad de sentimientos o hasta un sentimiento múltiple. Sin embargo, no siempre experimenté esa pluralidad de emociones. Tal vez hasta mis seis años fue simplemente música de fondo, pero tiempo después lo empecé a escuchar voluntariamente y por lo tanto, le asigné mi propio significado.
La canción más reconocida del disco es “Malo”, y por ende, la que más sonaba por todas partes. Recuerdo el momento exacto de estar bañándome un día en lo de mi viejo mientras cantaba a todo pulmón:
“Voy a volverme como el fuego
Voy a quemar tu puño de acero
Y nanananana
Pa cobrarme las heridas”
Con el “nanananana” me refiero a ese tarareo absurdo que producía cuando no entendía bien qué decía la canción, pero aunque no supiera toda la letra, su significado lo comprendía. Y por alguna razón me llegaba, encarnaba en mí al punto de sentirlo propio, de gritarlo con toda la energía.
Pienso entonces cómo una canción tan impactante y de denuncia contra la violencia de género puede tocar tanto a una niña de ocho años, al punto de no entender absolutamente toda la letra pero cantar apasionadamente aquello que sí entendía. ¿Será que esa Malena de ocho años ya luchaba por lo que le parecía correcto? ¿Será que el feminismo siempre estuvo consigo? ¿Será que su vieja logró encarnar una lucha en su alma desde pequeña? ¿Y eso con un simple álbum de música?
“Malo, malo, malo eres
No se daña a quien se quiere, no
Tonto, tonto, tonto eres
No te pienses mejor que las mujeres”
El único otro recuerdo que tengo de niña con respecto al álbum es haber estado cantando “7 horas” mientras hacía una performance en el cuarto de mi viejo simulando correr. No sé, era chica y jugaba, agarraba mi maleta imaginaria y me ponía a correr en el mismo lugar con la canción en repetición una y otra vez para acompañar a mi videoclip soñado:
“Siete horas
Corriendo por la ciudad
Siete horas
Mis piernas no dan a más
Siete horas
Empiezo a estar del revés
Siete horas
Te voy a volver a ver…”
Que la niñez nunca se pierda. Que no se pierda la ilusión de actuar para un videoclip mientras mirás por la ventana del bondi en un día lluvioso. Que cuando te rompen el corazón no dejes de poner música melancólica, hecha un bollito en la cama, como si fuese tu película, como si una cámara se estuviese enfocando sola y únicamente en vos. Que el enamoramiento nunca deje de ser tan naif. Que la alegría nunca deje de ser tan disfrutable, como la de un musical. Que no deje de ser nuestra película, nuestra ilusión, nuestro juego. No dejemos de imaginar, así como a los ocho años, así como a los veinte, cuarenta, sesenta, ochenta, cien. Pues habrá que endurecerse, pero sin perder la ternura jamás.
A esa niña de ocho años el tiempo le pasó por encima para que su próximo (por no decir último) recuerdo sobre el disco sea de varios años más tarde, una vez terminado el colegio secundario, poniendo en repetición por varios días “Ella”.
Luego de una separación amorosa, era la única canción que me hacía sentir acompañada, motivada, fuerte. Cada vez que escucho ese tema mis ojos se empañan, llenos de lágrimas, y río al mismo tiempo. Un llanto de emoción, de superación, de cariño. Un nudo en el pecho que luego se convierte en la necesidad de darme un abrazo a mí misma. De felicitarme, de quererme, y de llorar también.
“Ella se ha cansado de tirar la toalla
Se va quitando poco a poco telarañas
No ha dormido esta noche
Pero no está cansada
No miró a ningún espejo
Pero se siente to guapa
(...)
Hoy vas a descubrir que el mundo es sólo para ti
Que nadie puede hacerte daño
Nadie puede hacerte daño
Hoy vas a comprender que el miedo
Se puede romper con un solo portazo
Hoy vas a hacer reír porque tus ojos
Se han cansado de ser llanto, de ser llanto
Hoy vas a conseguir reírte hasta de ti
Y ver que lo has logrado
Hoy vas a ser la mujer que te dé la gana de ser
Hoy te vas a querer
Como nadie te ha sabido querer
Hoy vas a mirar pa'lante
Que pa atrás ya te dolió bastante
Una mujer valiente, una mujer sonriente
Mira cómo pasa
(...)”
Si hay algo que Bebe da a conocer sobre mí con sus canciones es la ambivalencia entre mi fortaleza y mi debilidad, entre la superación y la nostalgia, entre lo alegre y lo triste, lo enérgico y lo sensible. Si debo hacer una jerarquización (sumamente arbitraria, repito, como cualquier subordinación) en mi vida sobre qué es lo que considero más significativo, la respuesta se encontrará en este disco que expresa y produce desde lo más honesto sentimientos profundamente antagónicos pero a la vez complementarios.
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