"Racconto"- Cuento propio

Consigna: A partir de Casas elija una historia menor, no desarrollada, de alguno de los dos relatos (el inicio de la relación con Susi en una fiesta [pp. 51-52, “Asterix, el encargado”]). Expándala a la manera de Casas; la historia elegida debe convertirse en el sostén de una nueva historia, donde se agregan nuevos personajes. Por supuesto, su narración debe resultar autónoma. Extensión sugerida: entre tres a cinco carillas.

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"Racconto"


Termino de lavar los platos y Ricardo como de costumbre ya está en el sillón mirando la televisión. Mira el mismo programa todas las noches antes de irse a dormir, ya parece un abuelo. A veces me gustaría mandarlo a la mierda. Le digo entonces a Patricio que se vaya a lavar los dientes y al rato lo acuesto en la cama.

Son las diez y media de la noche y suena inesperadamente el teléfono en la cocina, es Vero que me dice de ir a tomar algo en este mismo instante a un barsucho, «Dale boluda— me insiste— no salimos desde hace mil años, vamos a alguno por Corrientes». Vuelvo a mirar al sedentario de mi esposo y casi sin pensarlo tomo mi abrigo y le aviso que voy a salir con Verónica, la verdad dudo que me haya prestado atención.

Camino unas cuadras por Pedro Goyena y siento la frescura de la brisa nocturna que choca contra mi cara. Hace rato que no salía de noche. Pasados unos minutos me tomo un bondi que me deja por Corrientes y cuando bajo me la encuentro a Vero con una sonrisa de oreja a oreja que no entiendo muy bien «No puedo creer que te haya sacado de tu casa nena, vení, entremos a este». El barsucho al que ingresamos me suena familiar, probablemente ya haya venido en mis veinte años cuando estos bares eran concurridos por gente totalmente pasada de droga. Ahora tienen una onda totalmente distinta y si hay gente drogada en última instancia la caretean bastante bien. Por el ‘85 estuve con un flaco que frecuentaba esos bares, igual que yo, igual que nuestros amigos. Vero en ese entonces no era tan cercana, nos hicimos más amigas después de haberme separado de Sergio. 


A él lo conocí en una fiesta muy underground en donde tocaban música y recitaban poemas falopa, pero esas sí que eran otras épocas. Antes de contar con exactitud la manera en que nos conocimos necesito contextualizar un poco.


Mi adolescencia e infancia estuvo marcada por mi viejo ausente y mi vieja alcohólica. Como buena hija mayor, cuidé de mi hermana Constanza pero ella me odiaba. Creo que siempre me tuvo envidia por ser más extrovertida. En fin, todas las mañanas nos hacíamos el desayuno e íbamos a cursar a la primaria juntas. Mientras tanto, y en el mejor de los escenarios, mi mamá Sandra solía andar tirada en el sillón del living con una jaqueca ocasionada por el whisky rutinario de la noche anterior. Hubo varios días en que nos asustamos y recurrimos a la comisaría porque al amanecer nuestra mamá no estaba en casa. En esos casos solía aparecer un par de días después como si nada hubiese pasado, pero con la ropa y el pelo hechos un desastre. La vecina de al lado nos supo cuidar en varias ocasiones y entre nosotras creamos un vínculo muy fuerte. Lamentablemente cuando ingresé al secundario ella y su marido se mudaron a Villa Crespo y no volví a verla. 


Desde chica me prometí que nunca iba a tomar bebidas blancas para no terminar como mi vieja. Cumplí con mi palabra, pero de todas formas eso no impidió que me acercara a las drogas. A los catorce años fue la primera vez que probé porro. Igual no me pegó. En ese entonces tenía una mejor amiga que se llamaba Vicky y era probablemente la más madura del barrio. Se la pasaba de joda en joda y nosotras éramos culo y calzón. El primer faso lo probé con ella y unos pibes más grandes de la zona. Esa vez me tocí la vida y me dió mucha vergüenza especialmente porque uno de los chicos más grandes, Facundo, me re gustaba. Constanza ya tenía doce años y era más independiente, por lo que no era tan necesario que la esté cuidando en casa y podía juntarme tranquila en la plaza con mis amigos hasta tarde. Solíamos ir con Vicky a Plaza Flores después de cursar y nos quedábamos con la gente del barrio hasta que tirase. Pasados los años, me enganché con un grupo de amigos de otro colegio que les gustaba mucho la literatura y el cine. Había veces que nos pintaban los “días de cultura” y nos tirábamos en el pasto a fumar y leer poemas de Neruda, Borges y Alejandra Pizarnik. Siempre me dijeron que yo era muy parecida a ella y lo considero el mejor halago. Sergio me lo remarcaba todo el tiempo, pero ya llegaré a eso.

Vicky no era muy de ese palo cultural por lo que naturalmente nos distanciamos un poco. Podría decir que desde los dieciséis años en adelante estaba fumada casi todo el día. Sandra para esa época estaba aún menos en casa y yo empecé a ingeniármelas con la peluquería. En ese momento me había puesto de novia con Nick y lo ayudé con su laburo como peluquero. Atendía en su casa de Caballito tres veces por semana y ahí fui aprendiendo algunas cosas básicas. Él arrancó gracias a su viejo que tenía una peluquería en una galería en Palermo Viejo. Como el papá estaba grave ese año, cáncer de pulmón recuerdo, lo ayudé y me fui haciendo unos mangos que fui ahorrando. A él le debo toda mi instrucción como peluquera y más. 


Cada persona tiene sus historias, yo desde los dieciocho me tuve que arreglar por mi cuenta. Con Nick nos apoyamos mutuamente, ese año falleció su viejo y se quedó con la peluquería. Empecé a laburar ahí, la pelu tenía un estilo medio punk/grunge, igual que nosotros. En esos tiempos tan difíciles para ambos nos separamos pero eso no impidió que siguiéramos con nuestra amistad. Yo vivía más en la casa de Nick que en la mía. Al principio era un poco incómodo porque habían quedado sentimientos latentes, pero con el tiempo eso se fue pasando y terminamos siendo mejores amigos. 

Sandra estaba peor que nunca y llegamos a situaciones muy violentas en casa. Varias veces me pasó de encontrarla dándose un saque en el baño. Para ella igual estaba todo bien porque se excusaba diciendo que era azúcar. No sabía si preocuparme más por la pésima excusa o porque ella pensase que me la creía. Yo me hacía la desentendida y terminaba canalizando con la lectura. Podía haber tenido un día de mierda pero me leía unos versos, encendía un faso y se me pasaba.


La vida siempre te reencuentra con gente del pasado y en mi caso pasó con Facundo. Había salido de la pelu un martes otoñal del ‘82 y me lo crucé por la calle. Yo ya no era la nena de catorce años que tocía al fumar y se enrojecía al verlo. De todas formas cuando me lo encontré mis piernas se convirtieron en gelatina y me volví a sentir una niña. Él había crecido también, su cara la adornaba una barba y su ropa descuidada y voz grave le daban el aspecto de “chico rebelde” que tanto me atraía. Ese día fuimos juntos a ver una banda, fumamos todo lo que estaba a nuestro alcance y cogimos a lo loco. Pasé entonces de convivir con Nick a convivir con Facu y su gata. Habremos estado juntos unos 3 años durante los cuales aproveché y seguí ahorrando con lo de la pelu. Él laburaba a la tarde en una oficina aparentando ser un pibe bien pero a la noche su persona se transformaba cual hombre lobo. Salíamos con sus amigos a bares por Corrientes y caminábamos sin rumbo por la 9 de Julio. Por esa época empecé a consumir regularmente y cada vez más merca. Con el tiempo la cosa se empezó a poner fea y me di cuenta de mi adicción luego de varios meses cuando Nick me lo planteó preocupado. La relación con Facu pasó a ponerse tensa y empecé a sufrir de ataques de paranoia por lo que por suerte y, aunque haya costado, dejé de consumir falopa. 

Eventualmente el enamoramiento con Facu se esfumó así como las mutuas ganas de estar juntos. Así que con lo que había ahorrado hasta el momento me pude ir a vivir sola a un departamento de un edificio amarillo sobre la calle Yerbal. Por un tiempo dejé las drogas y encontré como solución a mi ansiedad chupar pasta de dientes. Sí, a cucharadas.


Ahora es cuando llego a contar cómo conocí a Sergio.


Ese día me había salido todo mal, en la peluquería le había teñido el pelo de otro color a un cliente y Nick se había enojado conmigo. Cuando llegué a casa hacía un frío de re cagarse y queriendo encender la estufa la terminé haciendo mierda. Mi humor estaba por el subsuelo. A eso de las ocho de la noche recibí un llamado de Cecilia «Che, ¿hoy estás ocupada? Picasso me dijo de ir a una fiesta, un amigo suyo va a estar leyendo poesía, creí que te podía llegar a interesar». A Ceci la conozco del grupo de aficionados a la literatura que formamos en la adolescencia. Es de esas amigas con las que no te hablas todo el tiempo pero siempre se tienen para cualquier cosa. Aunque el cuerpo me pesaba y había empezado el día con el pie izquierdo, me tomé una ducha y me quedé en pelotas mirando el techo hasta que llegase la hora de salir.


Un rato antes de encarar para la calle retomé el tan abandonado ritual. Para matar el día de mierda tomé unos liyos, el picador, y los restos de marihuana que estaban en mi mesita de luz. Después de armarlo con la delicadeza que se merece, lo encendí.

Extrañaba esa sensación placentera de fumar. Extrañaba ese alivianamiento del peso en el pecho. Salí entonces a caminar a las doce de la noche, cuando las luces del alumbrado público eran la única fuente de luz. Cada una dibujaba en la vereda una suerte de estrella y la calle se transformaba entonces en una especie de cielo. Me pareció super tierno y una sonrisa se esbozó en mi rostro. La noche, aunque fría, estaba hermosa. ¿Acaso todos sentían la noche tan hermosa como yo?

Luego de haber caminado unas cuadras, no sabría decir cuántas exactamente, me crucé con Ceci y seguimos caminando juntas. Ahí prendimos otro. La noche había dado un giro de ciento ochenta grados. En el trayecto jugamos a un juego parecido al tutti frutti, teníamos que elegir una categoría y nombrar palabras relacionadas sin repetirlas. Claramente tuvimos muchas dificultades en jugar correctamente, se me ocurría una palabra y al instante me la olvidaba. En fin, luego de un rato llegamos a la fiesta.

Una vez dentro había un par de personas que estaban cantando a capella una canción bastante vieja y todo el resto le hacía coro. La situación era muy divertida, y con tragos de por medio todavía más. Luego de unos cuantos vasos, me levanté de la silla y todo me dio vueltas. Siempre levantarte es el mejor mecanismo para darte cuenta qué tan mal estás. Yo me tropecé. Y ahí estallé de la risa. Luego caí en la cuenta que no había comido nada así que me dirigí al sector de comida y le entré como nunca a lo dulce. Para ese entonces Ceci estaba hablando con Picasso y yo ya la estaba quedando. El ambiente era muy lindo, toda gente simpática y piola. Lo último que recuerdo es haber visto al amigo recitando a los gritos un poema que no tenía mucho sentido. Parecía una especie de líder de manada exponiendo un discurso y todo el resto aplaudiendo a lo loco. Así como los discursos políticos. O como animales desesperados haciendo ruido porque quieren comida. O como... 

Y ahí palmé.

Del sueño, claro.

Cuando desperté, o me despertaron, encontré una nota cerca mío que decía al dorso de un volante “Basta que miremos demasiado fijo una cosa, para que empiece a resultarnos interesante” seguido de un número telefónico. Sonreí y la guardé en mi bolsillo.

A veces me pregunto que hubiese sido de mi vida si no hubiese ido a esa fiesta, si hubiese preferido terminar mi día poniéndome a putear a la estufa rota.


Una semana después me reencontré con el papel en mi campera. Levanté el teléfono y luego de discar expliqué “Soy la cosa”. Así es cómo conocí a Sergio.



En la mesa de enfrente alguien me mira fijamente y trato de descifrar quién es. Mi visión se aclara pero mis ojos no lo pueden creer. Le digo entonces sorprendida a Vero «Che boluda, mirá quién está ahí».



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Anti-protocolo

Consigna: Junto con el cuento, les propongo que escriban un "Protocolo" o relato de cómo fueron escribiéndolo, de las decisiones que tomaron, de los momentos en que tuvieron dificultades o dudas y cómo las resolvieron, las preguntas que se hicieron, en qué se inspiraron, qué recursos tomaron prestados de otros autores, y todo lo que hace a la "cocina" de la escritura del cuento.



1. Elegí la historia menor y releí ambos cuentos para ver qué datos podía usar.
2. Mentalicé la estructura del tipo racconto. Empezaría a narrar desde un presente de la enunciación para trasladarme a un pasado y al final retomar el presente. Algo así como en Ocio.
3. Pensé que en el relato en pasado tenía que contar varias historias o aspectos de la juventud de la protagonista. A partir de los datos proporcionados por Asterix, el encargado, especialmente, me propuse hablar de su juventud en relación a tres aspectos: su vida amorosa, su familia y su trabajo.
4. Se me ocurrió relacionarla con alguno de los personajes de Ocio, pensé en Inés pero no me convenció porque implicaba unir caminos entre Sergio y Andrés que no estaba del todo segura que fueran viables.
5. Creí que era buena idea partir de cómo conoció a Sergio y terminar de la misma manera. Es decir, que antes de terminar el relato cuente en detalle su estado bajo sustancias (esto lo inventé yo) antes de que se quedara dormida en la fiesta. Como en Asterix.
6. Me pareció oportuno utilizar el recurso del "contar desde el estar drogadx/borrachx" que utilizó Casas en ambos cuentos para detallar de modo subjetivo una experiencia.
7. Comencé a escribir sin tener una idea muy detallada de cómo iba a crear la identidad de Susana en su juventud. Para vincular la historia de su juventud con el presente de la enunciación quise llevarla a un bar de Corrientes para que recuerde y relacione.
8. Empecé a imaginar la vida familiar de Susana y simplemente lo escribí. Recordé que Casas describe a los personajes por sus rutinas por lo que intenté hacerlo de una forma similar.
9. Después empecé a dudar si no era bastante lineal ya que su recuerdo va avanzando temporalmente. La duda la sigo teniendo pero ya no me genera tanto peso.
10. Una vez terminada la parte de su secundaria me volví a fijar la relación que mantuvo con Nick (detallada en Asterix) para describirla. Releí lo escrito hasta entonces para ver si había algo que no cuadraba. Dudé si eran correctos los vocablos y expresiones que utilizaba para el personaje pero me propuse ocuparme de eso al final.
11. Luego de escribir su comienzo de relación con Nick recordé que había tenido también un ex novio que no era él. Entonces lo agregué a Facu. Ahí volví para atrás y lo sumé en la escena que había fumado por primera vez.
12. Empecé en ese entonces a dudar sobre los años, si cuajaban las fechas con la realidad en Argentina. Estuve mucho tiempo dándole vueltas al asunto porque no sabía si lo que estaba redactando coincidía con una época de dictadura. Para ese entonces ya había escrito un montón y, aunque me costó mucho, decidí dejarlo como estaba.
13. Después empecé a relatar su adicción porque se me ocurrió y me pareció viable con su entorno. También lo usé como excusa porque necesitaba que se aleje de Facu y se vaya a vivir sola al edificio amarillo.
14. Como en la fiesta tenía que estar muy pasada de droga/alcohol pensé que antes tenía que dejar la cocaína porque si no era raro que el efecto de marihuana y alcohol la deje tan mal. Así que le di un período de abstinencia.
15. Luego me propuse relatar el día de la fiesta y la razón por la cuál había vuelto a drogarse. La justificación fue que tuvo un mal día. Pensé en poner también que la habían internado a la vieja pero al final no me pintó.
16. Empecé después a relatar tratando de ser lo más subjetiva posible haciendo énfasis en el estado de alegría ocasionado por la marihuana. Luego le sumé el alcohol para que el efecto le caiga más pesado. También que no haya cenado.
17. Dentro de la fiesta intenté incorporar a los personajes de Ocio y Asterix y finalmente llegué a la parte del papelito.
18. Se me ocurrió que para volver al presente de la enunciación podía haber visto a alguien en el bar. Mi idea fue dejar a lx lectorx con la intriga de quién era.
19. Releí unas cuantas veces el texto y retoqué expresiones que eran muy propias mías como "rancho" y otras que tal vez eran muy formales y no concordaba con el registro informal.
20. Por último le envié el texto a un par de amigas y a mi mamá (que era la que más podía ayudarme con términos acorde a su edad) para ver qué opinaban y si tenían algo para corregirme.
21. Le di unos últimos retoques y lo publiqué.

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