"Una cicatriz rencorosa"- Cuento propio
Una cicatriz rencorosa
Afuera
—Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo.
—¿Y andaba solo?
—Eso creo —dijo angustiada— parecía estar...
—¿Estar qué?
—Apurado —hizo una pausa— alerta.
—¿Había alguien más en la calle? —le preguntó, tomando la taza de café que descansaba sobre la única mesa de la habitación.
—No lo creo, pero casi no había luz, ¿sabe?
—Es un barrio bien iluminado, señora.
—Sin embargo hay cuadras que sólo las alumbran las luces de los autos.
El silencio se apoderó de la habitación. El hombre levantó su ceja izquierda y llamó a un colega. Éste se paró firme a un costado del escritorio entre la mujer y el hombre uniformado. No emitió palabra.
—De todos modos no habría por qué circular a esas horas. Menos una mujer como usted, solitaria —el hombre la mira a los ojos—. Dígame, ¿qué estaba haciendo usted exactamente en la calle?
Adentro
El piso grasoso como de costumbre, la oscuridad de la noche, o el día, ya no sé. Cierro los ojos y trato de pensar en aquel tiempo donde todo era mejor. Pienso en mi esposa, en mis hijas. Una lágrima recorre lentamente mi mejilla y termina en el piso, fusionándose con el goteo incesante del techo. Tanta humedad impide que respire fácilmente, tengo una gran congestión nasal y dolores de cabeza recurrentes, probablemente sea una sinusitis.
El tiempo no se detiene, lo manejo yo, soy mi propio reloj: cuento los segundos, minutos, horas. Hace poco logré descifrar que cada cuatro horas se oye un grito, a veces son más frecuentes, a veces son míos. Gritos que son un gran nudo en el pecho. Mi récord fue alcanzar a contar seis horas pero a veces me nublo así que es una medida muy aproximada. Cuento para no perderme. Cuando sé que lo peor va a venir me pongo a contar, así me recuerdo que el tiempo corre y el sufrimiento va a tener un final. A mi lado hay un hombre que debe ser mayor que yo, tal vez él también cuente y tenga un mejor récord que el mío. Tal vez él fue un gran científico. Ahora somos lo mismo.
Abandono mis pensamientos y me atrevo a acercarme a la única pequeña ventana por la cual entra algo de luz artificial. Veo encuentros. Entre los caños de acero, diviso a gente uniformada, ingresa un hombrecito nuevo con los ojos vendados, él también grita. Me observan y rápidamente aparto la mirada. Cuento hasta tres, tres horas. Unas interminables tres horas. Ahora vuelve a pasar el joven. Pero hay algo distinto en él, su rostro. Una herida grave. Nosotros ya estamos acostumbrados a eso, pero él no. Tiene miedo.
Pa mono, brutal cuento. Hasta el último párrafo no estuve ni cerca de deducir de qué iba la historia profunda (y después, releyendo, cierra todo). Ya antes de leerlo me había llamado la atención la estructura, que tuviera un afuera y un adentro. Y construiste muy bien al narrador para cada parte. El diálogo y la observación sin intervenir para el afuera, que de esa forma además genera suspenso porque entrega poca información; y los pensamientos en primera persona para el adentro, donde generás tensión, más empatía con el protagonista y además te permite que se pueda entender todo sin tener que explicitarlo mucho. En resumen, excelentes descripciones: está muy bien escenificada la primera parte, y los pensamientos en la segunda son muy impactantes e ilustradores. Y todo eso tan bien expresado en muy pocas palabras. Ah, y las oraciones que había que agregar pasan como agua. Chapeau!
ResponderEliminarDicho todo lo anterior, como en el test de personalidad de el gato y la caja me salió que soy básicamente un forro, me veo obligado a hacer un comentario mala leche: esa primera oración es demasiado compleja para la oralidad :p